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jueves, 13 de agosto de 2015

En busca de la felicidad 2- Ingredientes de la felicidad



En la anterior entrada empezamos a ver alguna forma de incrementar, de manera consciente, la frecuencia y duración de los momentos de felicidad. Veamos algunas otras. Preguntémonos de qué está hecha la felicidad. La respuesta que cada uno se dé será distinta, pero es muy probable que, en proporciones diferentes, contenga alguno de los siguientes ingredientes (que se enumeran sin ninguna jerarquía especial):

Estabilidad
La estabilidad proporciona paz y serenidad, la confianza en que no se van a producir cambios adversos que den al traste con nuestros planes. Una sensación de control y de serenidad. Una base sobre la que construir la felicidad. Aquí entraría mantenerse sano, tener un trabajo fijo, o tener un historial médico y unos antecedentes aceptables. Es el ingrediente sobre el que menos control tenemos, pero alguno hay. El que la sigue, la consigue. Pero no es aconsejable darle más importancia de la que tiene, y convertirla en un objetivo en sí mismo.  

El miedo no impide la muerte, impide la vida –NAGUIB MAHFUZ.

Ilusión
No me refiero aquí, claro está, a la percepción errónea de la realidad o al engaño de los sentidos, sino a esa ilusión que sienten los niños en la noche de reyes, a la anticipación de algo bueno, a esa sensación que te hace levantarte pensando que este va a ser un gran día. Para eso hay que tener proyectos, razones para dar el siguiente paso, objetivos que te motiven y que te consideres capaz de alcanzar. Ayuda acostarse cada día teniendo claro qué vas a conseguir al día siguiente. ¡Carpe diem!  

Hay algo que da esplendor a cuanto existe, y es la ilusión de encontrar algo a la vuelta de la esquina – GILBERT KEITH CHESTERTON

Aceptación
Aceptación y no resignación. Nadie dijo que la vida tenga que ser justa. La vida es como es, pero no se trata de someterse a una voluntad ajena e inescrutable, de asumir que no se tiene el control, sino de conocer las cosas y a las personas, aceptarlas como son y no esperar, ni mucho menos exigir, más de lo que pueden dar de sí. Es un ejercicio de realismo, lo que en otra entrada llamaba no pedir peras al olmo. Aceptar incluso que quien nos ha hecho daño no es consciente de ello, y no recriminarle que no se arrepienta ni esperar que dé el primer paso. Para evitar frustraciones, no conviene tener expectativas irreales, ni sobre los demás ni sobre ti mismo. Sin darte cuenta, cambiará tu percepción y empezarás a ver el lado bueno, y hasta quizá te veas capaz de empezar a cambiar lo malo.

Señor, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar aquellas que puedo, y sabiduría para reconocer la diferencia
SAN FRANCISCO DE ASIS

Valentía
En casos extremos, se relaciona con la inyección de dopamina que experimenta quien hace "puenting". Pero no hace falta practicar deportes extremos ni poner en peligro la integridad o la salud. Se trata de estar dispuesto para aceptar los cambios, de entrenar la capacidad de decir , de "mover el culo", de exigirte ese pequeño esfuerzo que te permita coger ese tren antes de que se vaya. Porque en el fondo sabes que merece la pena.  

Hay dos tipos de personas: las que dicen que algo es imposible antes de haberlo intentado y las que lo dicen después – PABLO ARRIBAS

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