En
la anterior entrada empezamos a ver alguna forma de incrementar, de manera
consciente, la frecuencia y duración de los momentos de felicidad. Veamos
algunas otras. Preguntémonos de qué está hecha la felicidad. La respuesta que
cada uno se dé será distinta, pero es muy probable que, en proporciones
diferentes, contenga alguno de los siguientes ingredientes (que se enumeran sin
ninguna jerarquía especial):
Estabilidad
La
estabilidad proporciona paz y serenidad, la confianza en que no se van a
producir cambios adversos que den al traste con nuestros planes. Una sensación
de control y de serenidad. Una base sobre la que construir la felicidad. Aquí
entraría mantenerse sano, tener un trabajo fijo, o tener un historial médico y
unos antecedentes aceptables. Es el ingrediente sobre el que menos control
tenemos, pero alguno hay. El que la sigue, la consigue. Pero no es aconsejable
darle más importancia de la que tiene, y convertirla en un objetivo en sí
mismo.
El miedo no impide la muerte, impide la vida –NAGUIB MAHFUZ.
Ilusión
No
me refiero aquí, claro está, a la percepción errónea de la realidad o al engaño
de los sentidos, sino a esa ilusión que sienten los niños en la noche de reyes,
a la anticipación de algo bueno, a esa sensación que te hace levantarte
pensando que este va a ser un gran día. Para eso hay que tener proyectos,
razones para dar el siguiente paso, objetivos que te motiven y que te
consideres capaz de alcanzar. Ayuda acostarse cada día teniendo claro qué vas a
conseguir al día siguiente. ¡Carpe diem!
Hay algo que da esplendor a
cuanto existe, y es la ilusión de encontrar algo a la vuelta de la esquina – GILBERT KEITH CHESTERTON
Aceptación
Aceptación
y no resignación. Nadie dijo que la vida tenga que ser justa. La vida es como
es, pero no se trata de someterse a una voluntad ajena e inescrutable, de
asumir que no se tiene el control, sino de conocer las cosas y a las personas,
aceptarlas como son y no esperar, ni mucho menos exigir, más de lo que pueden
dar de sí. Es un ejercicio de realismo, lo que en otra entrada llamaba no pedir
peras al olmo. Aceptar incluso que quien nos ha hecho daño no es consciente de
ello, y no recriminarle que no se arrepienta ni esperar que dé el primer paso. Para
evitar frustraciones, no conviene tener expectativas irreales, ni sobre los
demás ni sobre ti mismo. Sin darte cuenta, cambiará tu percepción y empezarás a
ver el lado bueno, y hasta quizá te veas capaz de empezar a cambiar lo malo.
Señor, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo
cambiar, valor para cambiar aquellas que puedo, y sabiduría para reconocer la
diferencia -
SAN
FRANCISCO DE ASIS
Valentía
En
casos extremos, se relaciona con la inyección de dopamina que experimenta quien
hace "puenting". Pero no hace falta practicar deportes extremos ni
poner en peligro la integridad o la salud. Se trata de estar dispuesto para aceptar los
cambios, de entrenar la capacidad de decir sí, de "mover el culo", de
exigirte ese pequeño esfuerzo que te permita coger ese tren antes de que se
vaya. Porque en el fondo sabes que merece la pena.
Hay dos tipos de
personas: las que dicen que algo es imposible antes de haberlo intentado y las
que lo dicen después – PABLO ARRIBAS
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