Todos
aspiramos a ser felices, y todos hemos experimentado momentos muy felices. Pero
pocos reflexionamos sobre cuándo y por qué somos felices.
Los
vendedores te dirán que la felicidad consiste en consumir su producto y en
darte todos los placeres que puedas; los católicos te dirán que la felicidad
consiste en sacrificar tu ego y poner tu confianza en Dios; los budistas, que
la felicidad es liberarse de todas las pasiones y egoísmos para fundirse con el
cosmos y alcanzar el nirvana, los deportistas que es el resultado de tu
esfuerzo y disciplina, de tu superación. ¿En qué quedamos? ¿consumo y me lo
paso bien?, ¿me sacrifico y confío?, ¿me anulo y me relajo? o me pongo a tope y
me esfuerzo al máximo?
Si
examinamos nuestros propios momentos de felicidad, veremos que se deben a las
más diversas causas: el nacimiento de un hijo, conseguir un trabajo, volver a
ver a un amigo o familiar, tomar alcohol con los amigos, que tu perro se suba a
tu cama a lamerte, acostarse con una persona deseada, que gane nuestro equipo
de fútbol, contemplar una puesta de sol, escuchar un do de pecho en la ópera,
correr los cien metros en dos décimas menos o ganar a las cartas, por poner
algunos ejemplos. La felicidad es un concepto extremadamente personal. Cada uno
tiene sus maneras de ser feliz. Pero ¿hay alguna fórmula magistral que valga
para todos?
La
respuesta, más que en la religión, la moral, la filosofía o la autoayuda, está
en la química. Lo que llamamos felicidad es una sensación de bienestar provocada
por la liberación de una serie de hormonas: las endorfinas, opiáceos naturales que
genera la espina dorsal y se almacenan en el hipotálamo; la serotonina, un
neurotransmisor que se desarrolla en el intestino, calma la ira, tiene
propiedades afrodisíacas y reacciona a la luz
(el buen tiempo nos pone de buen humor); y las dopaminas, neurotransmisores
que se sintetizan en las glándulas suprarrenales y que regulan, entre otras
cosas, la motivación, el sueño, el humor, a sociabilidad y el aprendizaje[1].
Por eso es tan fácil (y tan peligroso) caer en las drogas y los medicamentos
antidepresivos: porque nos dan la respuesta química que más se asemeja a la
felicidad, sin necesidad de esperar a que se den las circunstancias en las
cuales nuestro cuerpo genera y libera esas sustancias de manera natural.
Pero
esto explica el cómo, no necesariamente el porqué. ¿Cuál es la causa mediata de
la felicidad? ¿Son tantas y tan aleatorias que debo renunciar a tener cualquier
tipo de control sobre mi felicidad?
Cabe
preguntarse si, aparte de estar feliz, se puede ser feliz, si es
posible incorporar la felicidad como un atributo, como una característica de la
persona.
Todos
conocemos a personas que son y hacen felices a los demás. Si las observamos,
nos daremos cuenta de que lo que les distingue de nosotros no es que tengan más
éxito, salud, dinero o amor. Lo que les distingue es su sonrisa permanente, su
amabilidad, su trato. Seguro que también tienen problemas, como cualquiera,
pero han optado por ser felices. Ser feliz es, pues, una actitud. Y esa actitud
es susceptible de entrenamiento, como cualquier otra habilidad.
A
las telefonistas, en sus cursos de formación, les enseñan a sonreír mientras
hablan, porque al otro extremo de la línea, el cliente capta esa sonrisa en el
tono y las modulaciones de la voz. Si uno se esfuerza en levantarse cada mañana
sonriendo, y en que las diez primeras cosas que diga sean agradables, tiene
muchas posibilidades de tener un día feliz. Comer bien y hacer deporte también
ayudan. El optimismo puede ser voluntario, se retroalimenta y desde luego, es
muy sano.
[1] Pido
perdón a los biólogos si he metido alguna pata. No soy, ni pretendo ser,
científico, y he sacado la información de internet.
No puedes elegir lo que te pasa, pero sí que puedes decidir cómo interpretar lo que te pasa, y, por consiguiente, cómo te afecta. Al final, y con un buen entrenamiento, la felicidad es una elección.
ResponderEliminarTienes el honor de estrenar los comentarios al blog, hermanita. Te lo agradezco mucho. Y, por supuesto, no puedo estar más de acuerdo contigo. Con buena actitud. siendo consciente de cómo percibes las cosas y cómo reaccionas, se puede ser más feliz.
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