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viernes, 25 de septiembre de 2015

¿Qué ha sido del "seny" catalán?


Cataluña es una tierra que ha destacado siempre por su sentido práctico, reconocido universalmente por la palabra catalana que lo designa, el "seny" y que, desde la envidia, ha dado origen al mito de que los catalanes son agarrados. Lo cierto es que, sin tener el beneficio de la capitalidad, como Madrid, ni el de un concierto fiscal favorable, como el país vasco, desde el siglo XIX los catalanes han sabido mantenerse como una de las economías regionales más pujantes y modernas, si no la más, de esta piel de toro, con una élite intelectual, empresarial y deportiva de primer nivel.

Y entonces llegó el nacionalismo.

Llegó el nacionalismo y empezó a apropiarse de esa riqueza. Con innegable sentido práctico, la CiU de Jordi Pujol se apropió de la herencia y el sentimiento nacionalistas que, en ambiente festivo, había recuperado Jordi Tarradellas. Jordi Pujol se convirtió en la encarnación de la nación catalana, como lo habían sido Kennedy en Estados Unidos (America, como ellos dicen con pomposa sinecdoque), Ataturk en Turquía o más bien como Stalin en Rusia o como Franco en España, porque, salvando las distancias ideológicas, el plan de Pujol, como el de cualquier nacionalista, era conservar el gobierno a largo plazo. 

Se trata de uno de los casos más claros de patrimonialización de una idea. Pujol distinguió desde el principio dos territorios y dos mensajes: en Cataluña se dedicó con ahínco a exaltar el sentimiento nacionalista, a asegurarse una devoción emocional del pueblo catalán sin fisuras ni discusiones, fundamentada en un discurso que apelaba, no a la gestión de la cosa pública, sino al famoso "hecho diferencial". En Madrid, mientras tanto, cultivaba su imagen de político moderado y conciliador. De alguna manera convenció a los gobiernos de González y de Aznar de que él era la garantía de estabilidad en Cataluña, que era quien frenaba el independentismo y la radicalidad.

Este doble lenguaje, que es en lo fundamental el mismo que usaba Arzalluz en el país vasco, es típico del nacionalismo, y dio sus frutos. En casa todo el mundo le entendía: como partimos de la premisa fundamental de que Cataluña ya es una nación, con todos sus atributos, el "hecho diferencial" no consiste en que nos reconozcan algo que es un hecho, sino que debe ir más allá. Deben tratarnos de manera distinta al resto de España. En Madrid, el "hecho diferencial" consistía en que se reconociera que Cataluña es una nación distinta del resto de España, cosa que ni mucho menos se asumía como un axioma, porque, según nuestra Constitución, España es única y plural, basada en la igualdad de todos los españoles ante la ley, y la solidaridad interregional es un principio fundamental de nuestra construcción democrática. 

Pujol consiguió que, mediante el reparto de circunscripciones, el voto de un catalán valiera lo mismo que el de siete castellanos en el parlamento de Madrid. Del parlamento catalán ni se hablaba; era suyo por derecho divino. Vendió sus escaños alternativamente a PSOE y a PP para asegurarles gobiernos estables mediante pactos de legislatura, a cambio de dos condiciones: el reconocimiento del "hecho diferencial" catalán, y que le dejaran gobernar en Cataluña cada vez con más competencias y cada vez con menos "intromisiones". La parte "crematística", las competencias y el dinero, se obtenían agitando el fantasma de los fanáticos de "Terra Lliure" y poniendo cara de "padre de la Constitución" para vender caros los escaños de CiU al gobierno de turno.

Y en Madrid tragaban, porque veían a Pujol como un estatista, un padre de la patria, moderado y demócrata, que se codeaba de igual a igual con el resto de los "padres de la Constitución".


Pero Pujol tenía una agenda oculta. En las escuelas, en las televisiones, en la administración, en las organizaciones sociales, se iba aplicando, de manera silenciosa pero sistemática, un modelo que no dudo en calificar de fascista: Inmersión lingüística y adoctrinamiento ideológico. El discurso, victimista en esencia, porque es el que más adhesión emocional concita, es de sobra conocido: Nosotros, los catalanes, somos los buenos de la película. Los demás están ahí para hacernos la vida imposible, para negar nuestro "hecho diferencial" y obligarnos a ser como ellos. Pero no nos vamos a dejar: tenemos la obligación moral de ser catalanes contra el resto del mundo. Si nos ayudan, ¡qué menos!, es de justicia que nos reconozcan lo nuestro; si se niegan a darnos lo que les pedimos, están enseñando su verdadera cara de opresores, y dándonos con ello la razón. 

Cualquier negociación está viciada de raíz: el nacionalismo es insaciable por esencia, porque no busca que se subsane una injusticia, ni sus metas son cuantificables. Es una actitud, un estado mental; o, más que mental, es un sentimiento, un estado emocional que se construye para sí mismo una fundamentación racional (necesariamente falseada, por otra parte) para instalarse de forma permanente en el centro de toma de decisiones de la persona, impidiendo cualquier cuestionamiento, anulando la capacidad de discernir. Todo lo que no favorezca a la causa es intrínsecamente perverso y no merece ser tomado en consideración.

A Pujol, como ha quedado demostrado, lo que le interesaba era eso tan catalán de que "la pela es la pela", y por eso hacía callar a cualquiera que planteara abiertamente la posibilidad de la independencia. Pujol sabía que era más rentable la táctica posibilista del doble lenguaje. Pero después de Pujol, el nacionalismo recibió un gran regalo: En Madrid había un presidente buenista, que ya ni siquiera iba a exigir contrapartidas por el apoyo del taifa catalán, sino que se ponía en su lugar, aceptaba sus premisas del "hecho diferencial" y el nuevo hallazgo, esa perla del doble lenguaje que es el "derecho a decidir" y estaba dispuesto a firmar "cualquier cosa que viniera del parlamento catalán", porque creía que todo el mundo es bueno, y que el pueblo es soberano, y además no sabía distinguir entre pueblo como conjunto de indivíduos y pueblo como territorio, aceptando la falacia de que los territorios son sujetos de derechos. Pero lo más grave es que no veía, no quería ver que el pueblo catalán llevaba ya muchos años sometido a una implacable nazificación.

El delfín, Artur Más, que no tiene ni de lejos la talla política de Pujol, se ha criado a los pechos del independentismo y ha compensado su mediocridad como gestor de la cosa pública mediante el fácil recurso de excitar el sentimiento de odio y victimismo en el que su predecesor había educado a toda una generación de catalanes. Envolviéndose en la bandera, ya no hace falta gobernar, sino intentar pasar a la historia como aquel que convirtió el "derecho a decidir" en la independencia de Cataluña. En el peor de los casos, obligaremos a Madrid a reforzar el "hecho diferencial", es decir, a tragarse la píldora de que es justo tratar a los catalanes con una vara de  medir distinta a la que se aplica al resto de los españoles, bajo la amenaza de la secesión.


Y de aquellos polvos, estos lodos. El niño malcriado al que, en lugar de castigarle cara a la pared cuando decía tonterías y enseñarle a decir la verdad, se trató con condescendencia dándole juguetes sin supervisión, se nos ha convertido en un adolescente intratable que cree que el mundo está ahí para servirle, y ha desarrollado tics de dictador. Puede que aún estemos a tiempo de educarle, pero depende fundamentalmente de si los propios catalanes recuperan el "seny". Si lo hacen el domingo próximo, se ahorrarán muchos disgustos.

5 comentarios:

  1. Muy interesante entrada. Completamente de acuerdo aunque yo abordaría otros aspectos. Cataluña, con el NAZIonalismo, ha pasado a ser tierra de reaccionarios en muy diversos aspectos. Pero lo peor es que España no ha sabido ni querido ofrecer alternativas al mensaje totalitario que emana del NAZionalismo catalanista. Y a falta de esa alternativa de historia, ideas, y realidad, el catalanismo totalitario ha ocupado todo. ¿Demasiado tarde para arreglar esto? Ya veremos mañana y en los próximos meses. Pero lo veo todo difícil, muy difícil.

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    1. Gracias, José Manuel. Estoy contigo en que la fractura generada tiene mal arreglo. Solo espero que Más se de un importante batacazo hoy y que la jaula de grillos en que se convierta la negociación para formar gobierno muestre a los catalanes de qué están hechos los políticos independentistas. Pero mientras controlen el presupuesto, seguirán sembrando insidia.

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  2. Te invito a mis blogs:
    http://almacigadeolvidos.blogspot.com.es/
    http://naturaparquesureste.blogspot.com.es/

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    1. Veo por tus blogs que eres apasionado del Quijote. Es un libro al que yo recurro cada cierto tiempo para pasar un buen rato, un poco como hago con los Astérix, porque, más allá del gusto que produce la maestría literaria de Cervantes, me parece francamente divertido. Recientemente cayó en mis manos "Ladrones de tinta", de Alfonso Mateo Sagasta, novela histórica ambientada en la época en que se publicó el Quijote de Avellaneda, en torno al cual el autor genera un thriller y un personaje muy redondo. Te lo recomiendo. Es una trilogía.

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  3. Tomo nota. Y como referente además de Asterix, que ahí está siempre, Tintín. NOs vemos por estos blogs. Un abrazo

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