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sábado, 15 de agosto de 2015

Música culta/clásica vs. música moderna

Es un lugar común oponer la música llamada clásica a la música moderna, argumentando que la primera es una música culta o selecta, mientras que la música que escuchan los jóvenes es música popular. Pero en realidad, las fronteras no están demasiado claras. No existe una distinción tan definida. Para empezar, desde un punto de vista terminológico, oponer música moderna a música clásica no parece especialmente adecuado; nadie puede negar la modernidad de un Mozart, que revolucionó la música de su tiempo, o de Rachmáninov o Sostakovich y nadie se extraña de que canciones como “Let it be” de los Beatles, “Satisfaction”, de los Rolling Stones, o “Stairway to Heaven” de Led Zeppelin, se consideren clásicos; son clásicos en cuanto son “modelos dignos de imitación en su arte”, aunque, al menos de momento, no sean “de tradición culta”. 

Si es una cuestión de públicos, es decir, si la música clásica está orientada a la madurez y la moderna a la juventud, los rabiosos jóvenes que crearon el rock and roll en los años cincuenta del siglo XX han muerto en su mayoría de puro viejos y los hippies de Woodstock son hoy jubilados. Si la música moderna se vincula a la temática y el mercado juveniles, Leonard Bernstein, compositor clásico, ganó un óscar con la música de “West Side Story”, actualizando al Nueva York 1960 y a las bandas callejeras la clásica historia de Romeo y Julieta. Si moderno es sinónimo de contemporáneo, dentro de la música clásica hay todo un estilo denominado “música contemporánea", que nació también después de la segunda guerra mundial.

Atendiendo a los intérpretes e instrumentos, se me dirá que lo que distingue a una de otra es que la música clásica es orquestada, mientras que la moderna se interpreta con una banda constituida por guitarra(s) y bajo eléctricos, batería y, ocasionalmente, teclado (aunque hoy un teclado electrónico sea suficiente para crear e interpretar música de éxito). Pues tampoco es un criterio fiable. Existen multitud de ejemplos de incursiones de unos en el bando (o la banda) de los otros. Las grandes orquestas que se popularizaron en los años cuarenta y cincuenta, como la de Glenn Miller o la de Xavier Cugat, tenían con frecuencia más componentes que una orquesta sinfónica, y a menudo interpretaban temas del repertorio “clásico” junto a otros de jazz o de sabor latino. Ray Conniff se hizo rico y famoso versioneando en orquesta y coros los éxitos de la canción ligera de los sesenta, si bien de una forma muy poco “clásica”. Luis Cobos también hizo fama y fortuna haciendo lo contrario, poniendo ritmo de discoteca a los grandes clásicos. Plácido Domingo ha cantado con John Denver y otros cantantes rock. John Lennon utilizaba violines sinfónicos en los arreglos de muchas de sus canciones, manteniendo pura la esencia de música pop. Emerson, Lake & Palmer hicieron una memorable versión de los “cuadros de una exposición” de Mussorgsky, con sintetizador, guitarra eléctrica y batería, y Siouxsie and the Banshees, uno de los principales grupos del punk británico, abrieron su concierto más conocido con “el pájaro de fuego”, de Stravinsky. 

Entonces, quizá se trate de formas musicales. La música clásica tiene formas establecidas (sonata, sinfonía, concierto, canon, giga), mientras que la moderna no… ¿no? Desde luego, hay distintos estilos (rock, pop y soul, con todos sus adjetivos, y además, blues, funky, disco, reggae, hip-hop, house, electrónico). Dejando aparte el jazz, que es un mundo en sí mismo, con mucha carga de armonía y solfeo, hasta el punto de ser un género a caballo entre lo clásico y lo moderno. Algo parecido le ocurre al folk, y dentro de él, al flamenco. Cada uno de estos géneros  y estilos tiene sus reglas y sus características, e incluso sus instrumentos propios. Lo que ocurre es que, al haber nacido en un entorno más libre, son más proclives a la mezcla, a la fusión, a dejarse influir y a beneficiarse de las nuevas tecnologías. Y qué decir de la música de películas o de los videojuegos, industrias desarrolladas en los dos últimos siglos, y por tanto modernas que sin embargo en general se interpreta en forma sinfónica ¿es clásica o moderna?

Es cierto que la mayoría de las estrellas del rock y del pop no tienen formación musical académica. Pero también hay honrosas excepciones. Elton John se formó en la Real Academia de Música de Londres; John Cale, compañero de Lou Reed en la Velvet Underground, componía música clásica y Paul McCartney es miembro del Royal College of Music. Más recientemente, Annie Lennox o Falco (el de "Der Komisar") también proceden de conservatorio y Nina Hagen, la reina del punk, cantaba ópera a los 13 años. 

Por otra parte, no se cabe calificar a alguien de alguien inculto por ser autodidacta. E incluso esto está cambiando. Hoy la mayoría de los conservatorios profesionales ofrecen clases de música moderna, hay grados universitarios de composición de música moderna, y la mayoría de los cantantes de rock y pop toman lecciones de canto y educan su voz. Otra cosa es que no hayan dedicado quince años de su vida al solfeo y a la práctica académica de un instrumento en un conservatorio profesional, pero es que, de haber seguido una carrera de conservatorio, probablemente no hubieran tenido tiempo de componer, ensayar e interpretar sus canciones. Cualquiera que haya pasado por un conservatorio sabe que hay que dedicarle muchas horas al día durante muchos años para tener opciones de vivir de ello. Aunque en horas de dedicación a la música, quizá los cantantes modernos no les vayan a la zaga a los profesores de las orquestas sinfónicas. Y tampoco en vocación.

Hasta la revolución industrial, fuera de las canciones populares que amenizaban las fiestas de las aldeas, la música estaba circunscrita  a las cortes y las iglesias y pequeños teatros. No era accesible al gran público. No obstante, los compositores clásicos, desde Bach hasta Strauss, se han inspirado desde siempre en la música popular  y no han dejado de componer piezas de baile además de sus obras más “serias”. De hecho, podría decirse que las polkas y valses de Strauss eran la música disco del siglo XIX. Y hasta los años cincuenta, cuando nacieron los instrumentos eléctricos que darían lugar a la cultura rock y pop, la única manera de conseguir llenar de música un espacio amplio era, con la excepción del bel canto, aumentar el número de instrumentos; y de ahí las grandes orquestas del siglo XIX y la primera mitad del XX. Cuando, con las grabaciones, la música se convirtió en un fenómeno de masas, la música popular tomo el lugar que hasta entonces le estaba vedado, y relegó a la música académica a un espacio mucho más reducido. Pero las grabaciones permitieron también  a la música clásica acceder al gran público en sus casas, sin necesidad de asistir a un teatro. 

Afortunadamente, como hemos visto, la permeabilidad entre ambas es grande. El gran público se incorpora cada vez más a la música “culta”, y ésta se impregna cada vez más de la música “moderna”. Llegará un momento en que la música “clásica” no sea, salvo que se adopte un punto de vista histórico, más que un estilo más de música. Es una mera cuestión de evolución.  Al final, lo que queda son buenos o malos músicos. Y si no, comparen las versiones de temas del repertorio clásico de Bobby McFerrin con las de Il Divo.

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