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domingo, 16 de agosto de 2015

Mar de Barents, 12 de Agosto de 2000



Es verano, lo sé
pero donde yo estoy no brilla el sol.
Vivimos enterrados
en un gélido mar de oscuridad
sumergidos
a una presión de más de cuatro atmósferas.

Finalizaron ya las maniobras
en el en el helado ártico.
Volvemos a la base,
a llenarnos los ojos
de luz entre las hojas;
los pulmones, del aire de los parques.

11:28: compartimiento de torpedos:
Una fisura gesta la tragedia
Por ella se liberan
los Jinetes, vestidos
de agua oxigenada y keroseno

Inopinadamente
estalla la mañana.
El agua desbocada entra a raudales
Anegada la proa, la nave escora.
Se desata la alarma,
cunde el desconcierto.

Como un látigo, la orden
desgarra el general aturdimiento:
“¡Cierren los reactores!
Todo el mundo a sus puestos!”
Dos minutos más tarde, revientan los infiernos
y caemos...

dos...tres...cuatro segundos
de eternidad, angustia e impotencia
hasta el encontronazo
con el lecho del mar, fin de trayecto.

Quieta la confusión,
se procede al recuento:
Abierto en canal, el submarino
Ha perdido noventa y cinco hombres.
Los reactores, cerrados, a Dios gracias
No hay energía ni radio,
Sólo titila el brillo
fosforescente de los indicadores:
12:58; 
y la profundidad, 108 metros.

El honor y el reglamento exigen
mantenerse en sus puestos:
Pero ya a quién le importan;
rompiendo la Ordenanza
nos trasladamos al sector de popa.

Juntos nos damos calor. Nadie habla.
Las palabras están fuera de lugar y de tiempo
Es tiempo de escribir y de rezar
De recordar a los que nos dejaron
Y a los que dejamos.

En el aterrador silencio submarino
Leves golpes desde dentro del casco, intermitentes
Tres puntos, tres rayas, tres puntos
“Señor, recógenos en Tus manos
Y sácanos, levemente, hacia la luz”.

13:15, Dima Kolesnikov, jefe de turbinas,
escribe a su mujer. Recién casados:
“Todo el personal de los compartimientos 6, 7 y 8
nos hemos refugiado en el noveno. En total somos 23.
Han enviado a dos compañeros
a la escotilla del sector 9. Hay esperanza”

De fondo suenan las primeras toses
El aire se enrarece por minutos.
Vuelven los compañeros,
los rostros demudados:
La escotilla del 9, impracticable.

¡Marinos, héroes! No: niños, hermanos
víctimas de un destino caprichoso.
Coged mi mano, serenáos un poco
Es la hora del valor
y de  la muerte.

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