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lunes, 21 de diciembre de 2015

Ha empezado la segunda transición... ¿y ahora qué?

Ayer, según iban saliendo los resultados del escrutinio de los votos, mi hija, que acababa de votar en unas generales por primera vez, me llamó para decirme: "qué desastre, papá" ¿y ahora qué va a pasar? Le contesté que, como optimista irreductible y demócrata convencido que soy, un parlamento abierto tiene que ser una buena noticia. Vamos por partes, como diría Jack el destripador.

 Concedido, el bipartidismo está tocado, pero no muerto. Aún conserva la mitad de los votos y, con ayuda de la injusta ley electoral, los convierte en casi dos terceras partes del congreso.Los partidos emergentes han eso, emergido, y están para quedarse. Y para obligar a los dos de siempre a dejar de ser los de siempre y elevarse de la pelea de barro al ágora de los estadistas.

Ciudadanos ha sacado mucho menos de lo que las encuestas le auguraban hace apenas un mes. Pero ahí está, con 40 diputados en Madrid que le aseguran que cualquier reforma tenga que hacerse, si no con su aprobación, sí teniendo en cuenta lo que tenga que decir. Y el sentido común, cuando se escucha, tiene mucho más poder del que hace pensar el número de escaños.

Si no, que se lo pregunten a Rosa Díez, lo que consiguió con un solo escaño.Ayer UPyD ha salido del hemiciclo, pero su herencia queda. Sin su labor desde 2008, ni la sociedad española ni la política serían lo que son ahora. Fueron quienes pidieron que el Estado tuviera presencia en los consejos de los bancos rescatados, quienes exigieron la ley de transparencia, quienes denuciaron Bankia, quienes obligaron a PP y a PSOE a declarar en una votación en el Congreso que el "derecho a decidir" de los territorios es una falacia, que la soberanía nacional reside en todos los españoles. Todo eso, y más, hay que reconocérselo. Yo, que siempre apoyé su fusión con C's, considero injusto lo que les ha pasado.

Podemos ha tenido un magnífico resultado, y hay que felicitarles. Lo han conseguido con la sonrisa amable, no con el ceño del indignado. Podemos solo, sin las coaliciones, tiene 42 escaños, no 69. Está por ver si Iglesias tiene suficiente liderazgo para hacer valer los 69 diputados en las cuestiones fundamentales. Lo que está claro es que no podrá imponer recetas bolivarianas ni leninistas. Tendrá que ser el paladín del diálogo y del pacto, incluso dentro de su propio grupo parlamentario, y ello exige decir cosas coherentes y con sentido. Va a asumir el papel de defensa del débil frente al sistema y la oligarquía, del Robin Hood que denuncia los abusos de los fuertes, y lo va a hacer con eficacia. Eso no puede ser malo.

El PSOE se va a ver obligado a recuperar su esencia de partido de Estado, y a dejarse de veleidades progres a lo ZP, de gestos para la galería, si quiere seguir aspirando a gobernar alguna vez. Desde luego, no creo que cometa la torpeza de intentar liderar una mayoría minoritaria de izquierdas, sólo para "evitar que siga gobernando la derechona, el indecente de Rajoy". Y no lo creo por dos razones: la primera, interna, porque ni Susana Díaz ni Felipe González, ni Guillermo Fernández Vara, le van a dejar que lleve al partido al suicidio, que ya saben a qué conducen las aventuras buenistas de manos de radicales; la segunda, porque un gobierno de coalición de izquierdas sería un gobierno de soflamas populistas imposibles de llevar a la práctica, de promesas imposibles de cumplir. Y no lo digo por decir; es que el PP ha sacado mayoría absoluta en el Senado, con lo que cualquier iniciativa que no tenga sentido económico, cualquier ocurrencia de esas para quedar bien, se va a estrellar indefectiblemente en muro del Senado, y eso generaría mucha frustración y traería muy pocos réditos al partido.

El PP ha aprendido por las malas que no basta con hacer las cosas bien desde el punto de vista económico. Los españoles ya no somos niños que necesiten alguien que nos dirija sin consultarnos, aunque nos lleven a buen puerto. Queremos que se nos escuche, que se nos trate como a adultos que somos. Queremos participar. Y, aunque a regañadientes, Rajoy cederá lo necesario por el bien de España.


Vale, la BBC dice que el mundo teme que España se vuelva ingobernable; vale, sube algo la prima de riesgo y es posible que el IBEX 35 acuse el período de incertidumbre. Pero a cambio, se ha abierto una oportunidad de oro: nadie puede imponer su voz, y todas se tienen que escuchar. Es el caldo de cultivo perfecto para los políticos de casta (en el buen sentido de la palabra), para la gente con cintura y con sentido de estado. Cambiarán las formas, volverá a merecer la pena escuchar los debates en el Congreso, enterraremos por fín el "y tú más", la eterna gresca entre rojos y azules. Oiremos propuestas argumentadas, críticas constructivas, y las leyes que consigan salir, que serán pocas e importantes, cambiarán España para mucho tiempo, como ocurrió  a finales de los 70. Estamos en vísperas de la segunda transición, y esta también será ejemplar y se estudiará en los libros de historia. Yo, esta navidad, tengo bastante que celebrar.